Cómo juegan en esa loma

Todo el mundo se fue. De mis hermanos solo quedé yo. Esto se quedó solo. La gente… muy lesionada, muy dolida, muy atemorizada. Es que la comunidad de Atánquez sufrió mucho la guerra, fue muy estigmatizada. La gente de un lado o del otro sufría. Acá estaba el ELN, también las FARC. Había guerrilleros que […]
julio 13, 2022
Escrito por souldes

Todo el mundo se fue. De mis hermanos solo quedé yo. Esto se quedó solo. La gente… muy lesionada, muy dolida, muy atemorizada. Es que la comunidad de Atánquez sufrió mucho la guerra, fue muy estigmatizada. La gente de un lado o del otro sufría.

Acá estaba el ELN, también las FARC. Había guerrilleros que eran de nuestra comunidad, que habían estudiado el bachillerato con uno. Pero mucha gente se fue para el paramilitarismo.

Salgo un día por ahí, a caminar con un amigo. Le digo «parecemos una comunidad fantasma, ¿no? Acá hay gente, pero como que no quieren interactuar con nadie». Acá sentimos que la dinámica se volvió de desconfianza. Hay mucha gente de nuestro pueblo que colaboró con el dolor, suministrando información, hablando mal de la gente con las guerrillas o con los paramilitares, y así estos tomaron represalias por problemas personales. El conflicto parecía entre kankuamos de la guerrilla y kankuamos del paramilitarismo, y se daba por rivalidades familiares, entre personas. Era como si la comunidad utilizara los grupos armados para resolver diferencias.

Había muchas familias resentidas, muchas familias estigmatizadas, muchas familias con temor. En Atánquez no se podía hacer una asamblea porque la gente no llegaba, y no llegaba por temor a ser señalada. Y esto nos ha costado, que la gente comience a creer, a salir, a hacer procesos colectivos.

El liderazgo de la comunidad se vio opacado. A la gente le daba temor liderar procesos. Así y todo, acá lo más bonito es que hemos sido solidarios con todos los procesos, para con todo. Atánquez tiene varios procesos colectivos: el trabajo comunitario, las calles, el acueducto. Todo se ha hecho colectivamente, aunque eso se venía perdiendo.

Era impactante sentir que se estaba desvaneciendo eso comunitario, que se iba, se iba y se iba. Bueno, entonces le digo a mi amigo con el que iba caminando «¿qué es lo único que acá ha resistido hasta a la guerra?». «El ron», me dijo, y nos reímos. «No, vea allá». Había unos niños jugando fútbol.

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En Atánquez hay un campeonato de fútbol que tiene 52 años de historia, 52 años de fútbol en la loma de Atánquez. Sentíamos que la gente se estaba decayendo porque los que organizaban el torneo no daban buenas premiaciones, no había motivación. Nosotros lo hemos impulsado. Le dijimos a la gente «mire, aquí usted no tiene por qué pagar; aquí tenemos es que gestionar las cosas».

Aquí hay cómo hacer un buen campeonato; esa es una de las pocas formas que tenemos para recrear a la gente. En una final del campeonato se pueden mover mil, dos mil personas. Con decirle que vimos que la gente prefería jugar que tomar ron. Una de las reglas del juego es que si usted consume ron un sábado, no puede jugar el campeonato.

Si usted veía la cancha de Atánquez, se decía «¿cómo juegan en esa loma?, ¿cómo juegan en esos peladeros?». Era una cancha horrible. Así que comenzamos a motivar a la gente «vamos a conseguir una malla, vamos a encerrarla, vamos a sacar las piedras».

A la gente le gusta y se sabe que es de las cosas donde más participa. Entonces sí, esto para mí ha sido vida. Para mí y para todos los que querían ver al pueblo vivo. Es como que el domingo me levanto animado. Y quién iba a creer que en eso tan… cómo decirlo… como tan normal, me iba a revivir de la soledad, de los cuerpos presentes y de las comunidades tan ausentes, tan peleadas.

Tomado de Volumen Testimonial del Informe Final de la Comisión de la Verdad Versión digital – 28 de junio del 2022